Medea, Hechicera ilusionista
Medea furiosa (1838, Eugène Delacroix)
Saludos mágicos:
Ellos magos, taumaturgos y prestidigitadores, ellas brujas.
Así de simple y desigual, una vez más, se distribuyeron las funciones mágicas entre hombres y mujeres en Grecia y Roma. Es cierto que también hubo brujos y también hubo magas, pero fue bastante más excepcional.
Las brujas de la antigüedad, sobre todo las latinas, marcaron el estereotipo de mujeres sórdidas y malvadas que aún perdura, encarnadas en féminas psicópatas, decrépitas y repulsivas. Horacio, en el s. I a. C., cinceló en Canidia, y en Veia, Folia y Sagana, su séquito de acompañantes, el prototipo que se haría definitivo, decadente en lo físico y en lo moral. Y, con la cruel y lenta muerte del bravo chaval que eligieron para elaborar con sus entrañas una pócima de amor, desgranó el espanto de ser víctima de sus aberrantes hechizos.
Lucano completó el cuadro en una extensa escena de la Farsalia, quizá inspirada en algún episodio real. Describió a Ericto, inmunda y repulsiva bruja a la que acudió Sexto Pompeyo. Deseaba conocer el desenlace del enfrentamiento entre las tropas de su padre y las de Julio César. La añosa y vieja bruja no defraudó. Sometió el cadáver de un soldado a un escalofriante rito demoniaco y predijo el fatal destino que les aguardaba.
El listado de brujas y hechiceras continuó ampliándose e implementando el resto de atributos que las caracterizan, en un amplio e inquietante elenco de personajes. Dipsas y Pánfila transitaban siniestras las sombras de la noche transformadas en ave; la vieja y libidinosa Enotea humillaba y abusaba de quienes obligaba a participar en sus excesos sexuales; las hermanas Pantia y Meroe atraían con amable aspecto a las víctimas de sus espantosos fines.
Consulta a una bruja (Mosaico de Villa Cicerón, Pompeya)
Sin embargo, dos importantes personajes mitológicos griegos fueron excepción a esa perenne imagen de las brujas. Se trataron de Circe y Medea, también fatales, pero, a la vez, atractivas, de personalidad sugerente y compañeras de héroes centrales de la mitología clásica. Un arquetipo literario de las brujas que tiene cabida en este blog por sus conexiones con la historia milenaria del ilusionismo.
Para no alargar excesivamente el artículo, no nos pararemos esta vez en Circe. Ya lo haremos en una próxima ocasión como distinción a su excepcional participación en la historia de la varita mágica, que con tanta maestría utilizó para convertir en cerdos a los hombres de Ulises.
Esta vez nos centraremos en Medea, no precisamente porque fuera una compañía recomendable. Apasionadamente enamorada de Jason, le apoyó sin concesiones con su ingenio y hechizos. Fugada con él, cuando su hermanastro quiso quedar con ella para convencerla de que regresara, le tendieron una trampa y le mataron. Después, lanzaron su cuerpo troceado al mar para que el barco en el que acudía su padre a buscarla se entretuviera en recogerlos y no pudiera darles alcance.
Apsirto asesinado y lanzado al mar (1904, Bradford Museums and Galleries)
Tampoco le fue bien a Jason. Medea, aunque fiel, inteligente y valerosa, no era de sangre griega. Así que el héroe, a pesar de haber tenido dos hijos con ella, cuando dejó de ser necesaria, la abandonó para casarse con Glauce, hija del rey de Corinto. Y Medea, que había sido el apoyo imprescindible de Jason para culminar con éxito aventuras extraordinarias, no perdonó la traición.
Su terrible desquite quedó universalmente inmortalizado por Eurípides. En su espléndida tragedia narra cómo, el rey, adelantándose a una reacción vengativa de Medea, ordenó su destierro junto con sus hijos. La sagaz hechicera, antes de partir, fingió empatía hacia Glauce. Regaló a la prometida de Jason un precioso vestido como excusa para que influyera en su padre y permitiera a los niños quedarse en el reino. Al ponérselo, la ropa la abrasó horriblemente hasta quemarla viva.
Medea no quiso acabar allí. Y culminó su venganza de un modo abominable. Tomó a los dos hijos que tuvo con Jason y los mató.
La tragedia de Eurípides quiso dejar impune aquellos horrendos asesinatos. Y, en un último acto, evitó que Medea muriera a manos de Jason permitiéndola huir en un carro alado. La fuga se representaba en el teatro mediante el “Deus ex machina”, artilugio que permitía a los actores salir volando del escenario. Esta circunstancia constata un hecho de interés para el ilusionismo: hace dos milenios y medio fueron comunes los efectos especiales, arte afín al nuestro.
Pero el merecido hueco de Medea en la historia del ilusionismo se logró, sin embargo, por otro motivo. Medea no poseía poderes mágicos, amén de dominar las propiedades de las plantas, sino un inteligente manejo de las argucias ilusionistas. Aquella pericia la aupó a la cima de las más importantes brujas de la mitología, a la altura de la misma Circe.
Cerámica con escenas de la tragedia de Medea. La de la derecha, la huida en el carro alado, se conseguía con deus ex machina
Entre los conocimientos ilusionistas de Medea se hallaron la hipnosis y el encantamiento de serpientes. Aunque de todos, el mejor ejemplo de sus habilidades para combinar hechicería y engaño ilusionista fue el frío y premeditado asesinato del rey Pelias, cuyo trono reclamaba Jason.
En primer lugar, se hizo pasar por anciana para luego crear la ilusión de su transformación en una mujer joven. Lo logró tintándose el pelo hasta volverlo canoso y aplicando a la cara y el cuerpo productos que los cubrieran de arrugas. Llevó también con ella una estatuilla hueca de la diosa Artemisa en la que introdujo el resto de productos que necesitaba.
Así preparada, se presentó en el reino de Pelias fingiendo anunciar a la diosa y actuar inspirada por ella. Sedujo a la muchedumbre con su interpretación. El gentío honró a Artemisa y a su oficiante. Se postraban, la adoraban con piedad. Y Pelias la recibió en su palacio. Fue entonces cuando Medea pasó a la siguiente parte del plan.
Explicó al rey que la diosa, conmovida con Pelias por su fervor religioso, había elegido su reino como el más indicado para asentar allí su culto. La diosa deseaba liberarlo de la vejez para que pudiera así llevar una vida feliz de exaltación a los dioses.
Pelias quedó maravillado con las noticias. Más aún con el milagro que Artemisa produjo en aquella anciana. La mujer solicitó agua pura, se encerró en una habitación para adorar a la imagen de la diosa y, cuando, tras eliminar cualquier rastro de maquillaje y esconder presumiblemente las evidencias en el interior de la estatuilla, salió de nuevo, apareció bella, virginal y radiantemente joven ante todos. El milagro les dejó atónitos.
Pelias es asesinado por sus hijas (1878, Georges Moreau de Tours)
Admirados, presenciaron otro prodigio. La ahora joven enviada de Artemisa, explicó que la deidad, antes de escoger a Pelias, había sobrevolado la tierra llevada por dragones. Y, en una nueva pantomima de adoración a la diosa creó ante todos, con las sustancias químicas que ocultaba, la ilusión de ver imágenes de aquellos fascinantes animales.
Medea solicitó al rey que fueran sus hijas quienes realizaran las acciones requeridas por la diosa para devolverle la juventud, argumentando que no habían de ser ejecutadas por manos indignas. Pelias, plenamente confiado, aceptó y las exhortó a que cumplieran con exactitud las ordenes de la enviada de Artemisa.
Sobrevino así al último y más cruel de los efectos. Cuando llegó la noche, con Pelias dormido, Medea tomó ante ellas un carnero viejo, lo troceó y lo metió en un caldero. Extrajo después de la olla, aparentemente, el mismo animal, pero vivo y joven. Las hijas de Pelias creyeron que era ese el modo de devolverle la juventud y, desconocedoras de la trampa, ayudaron a Medea a repetir con el rey el efecto mágico, matándole ellas mismas mientras dormía.
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2 comentarios
Excelente relato y muy bien ilustrado como siempre. FELICITACIONES
Muchas gracias. Menudo despiste. No lo había leído aún. Pero, hasta cierto punto muy bien, porque ha sido como un regalo de año nuevo que impulsa a seguir preparando artículos. Feliz Año